Un espacio de calor en un entorno hostil: la acogida de jóvenes recién llegados al Casal

16/03/2023

 

El día empieza con buenas noticias, abrazos y sonrisas. Cuando Mai, voluntaria del Servicio de Acogida, se encuentra con Redouane en el local de Junta de Comerç del Casal dels Infants, lo primero que le pide es una actualización sobre un lugar de trabajo que podría conseguir en una peluquería. No hace falta que Redouane diga demasiado, solo con la alegría que radia su expresión se entiende todo. Se abrazan efusivamente y celebran que después de meses de buscar trabajo, con las trabas añadidas que se encuentra como joven y persona migrada, pueda empezar a trabajar. 

Redouane viene cada mañana al Casal a las clases de castellano que ofrece el Servei d’Acollida, para jóvenes de entre 18 y 23 años, que han llegado recientemente a la ciudad, sin red de apoyo y que han llegado aquí solos, sin residencia regular, yendo a albergues, habitaciones o incluso en situación de calle. Estos chicos y chicas que llegan al Casal vienen derivados por la Cruz Roja, el Servei de Detecció i Intervenció amb infants, adolescents i joves migrats sols (SDI) del Ayuntamiento de Barcelona, de los Centros de Primera Acogida (CPA) ,de albergues para jóvenes sin techo y, cada vez más, por el boca-oreja, según explica Cisco Pelay, educador responsable de este servicio.

Las clases de castellano se hacen cada mañana de lunes a viernes, duran una hora y media, y los más de 30 chicos y chicas que participan se dividen en dos grupos. Uno está pensado para aquellos chicos y chicas acabados de llegar, que tienen un nivel de castellano muy bajo, o que han dejado de estar escolarizados en la educación primaria y algunos no lo han estado nunca. Empiezan a aprender castellano desde el nivel más básico, con el acompañamiento y el apoyo de Cisco y personas voluntarias. El otro grupo, con chichos y chicas que tienen un castellano halado más avanzado pero dificultad para escribirlo, se introduce las TIC en las clases de castellano, por la dificultad sumada de estos jóvenes a tener acceso con las nuevas tecnologías. El teclado facilita la escritura, y con los ordenadores aprenden a utilizar el correo electrónico y Google Drive para guardar copias de los documentos que necesitan para regularizar su situación. 

Cada curso dura diez semanas, entre las cuales hay un mes de descanso. Estos días los chicos y chicas continuan vinculados al Casal, con el acompañamiento del equipo educativo y pudiendo contar con un espacio de ocio seguro; un lugar donde ir y poder estar, resguardarse del frío de los meses de invierno y de la calle, y satisfacer necesidades tan básicas como desayunar o cargar el móbil. 

Como novedad este curso, que empezó a finales de enero, los viernes los dos grupos se juntan para una clase más dinámica, donde tratan variedad de temas como el autoconocimiento o las emociones con técnicas de teatro, y también hacen salidas por Barcelona, como el Casco Antiguo o Montjuïc, para conocer el territorio y la historia, así como los recursos y administraciones públicas de la ciudad. 

Visita al Museo Marítimo de Barcelona

Hoy, que no es viernes sino miércoles, los chicos han estado muy puntuales llegando al Casal para preparase para la segunda salida del curso, y una que ya es casi una tradición: el Museo Marítimo de Barcelona. Es una visita donde aprenden la historia de la ciudad y de Catalunya, de su industria, oficios y cultura, con un elemento de unión común como es el Mar Mediterráneo en la historia de cada uno de estos jóvenes, y que ahora se lo miran desde el otro lado de la riba. 

Me gusta mucho Barcelona, la ciudad, el clima, los edificios, las calles. Y me encanta la historia, tengo muchas ganas de la visita porque será una cosa nueva, y siempre van bien las cosas nuevas para romper con la rutina», explica Zacharias, un joven rifeño de 21 años que lleva en Barcelona cuatro meses. 

Nois asseguts escolten el guia d'una visita al Museu Marítim de Barcelona

Durante la visita guiada con Isma Garcia, jefe de la Unidad de Programas Educativos del Museo, el recuerdo de casa y de la lengua materna de la mayoría de los jóvenes está muy vivo. “¡Aquello es Marruecos!”, señala alguien en la oscuridad de la sala mientras un vídeo reproduce un mapa del Mediterráneo y los países que lo rodean. Hablar de historia los lleva a hablar del al-Ándalus, de la España musulmana y de la influencia del árabe al castellano actual en palabras como «almacén», como el que se encuentran en la réplica de la Galera Real. Todo esto, parando tantas veces como haga falta para que los que dominan más el castellano cojan el rol de intérpretes para traducir al árabe y al francés para sus compañeros recién llegados. 

La inmensidad de la Galera Real, de 60 metros de largo, llena el espacio y te hace sentir pequeño. Rodeados de galeras, barcos y barcas, para alguno se enciende el recuerdo de la llegada al estado español por vía marítima, con embarcaciones más pequeñas que las que están expuestas en el museo. «Cogí una patera desde Marruecos hasta las Islas Canarias, estuvimos una semana en el mar y éramos 28 personas. Una patera más pequeña de lo que hay aquí, relata Abdelaâti.

El viaje para llegar hasta aquí ha sido largo y difícil para todos y todas ellas –hay dos chicas en el Servei d’Acollida, que por serlo se encuentran aún más adversidades y más inseguridad– y que en la llegada no se reducen. «Cuando llegan los jóvenes, se encuentran un mundo hostil. No hay recursos. Cuando un joven está en la calle, la comida puede ser relativamente fácil de resolver, pero los albergues tienen lista de espera de un o dos meses. Mientras, viven en la calle, duermen en parkings o en casas ocupadas«, explica Cisco. «Entrar en los Servicios Sociales es complicado, muchas veces necesitan el acompañamiento de un educador para que les hagan caso», añade. 

Un espacio seguro y de calor

Ante esta hostilidad, el Casal dels Infants es un espacio donde encontrar calor con los demás compañeros, el equipo educativo y las personas voluntarias. Una vez han acabado los dos cursos de castellano -inicial y castellano-TIC- los chicos y chicas puedan continuar vinculados al Casal de diferentes maneras. Por un lado, pueden seguir contando con el acompañamiento del equipo para hacer trámites, ayuda con la documentación y el seguimiento y coordinación con los abogados. Por otra, si tienen NIE y el permiso de trabajo, se los deriva al programa de Formación e Inserción Laboral (FIL) del Casal, para ayudarlos en la orientación y a entrar en el mercado laboral. «Tener documentación es una pata de seguridad, pero no toda. Hay muchas situaciones de vulnerabilidad entre jóvenes documentados», matiza Cisco. 

También, los chicos y chicas del Servei d’Acollida pueden optar a entrar en un piso del Servicio de Transición a la Autonomía (STA). En el STA acompañamos a jóvenes de entre 18 y 23 años que no tienen acceso a una vivienda estable y les garantizamos un piso compartido con otros jóvenes. El servicio tiene seis pisos, tres para jóvenes ex tutelados vinculados al Àrea de Suport als Joves Tutelats i Extutelats (ASJTET) y tres para los que se encuentran en situación de sinhogarismo. Este último es al cual podrían optar estos y estas jóvenes. Cada participante define un itinerario de formación e inserción laboral con el objetivo de poder acabar viviendo por su cuenta. «Son jóvenes motivados para seguir adelante, pero cargan con mucho», concluye Cisco. 

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