Caminando hacia la autonomía

4/05/2018

Avanza una de esas tardes en las que los últimos coletazos del frío castigan las calles. En un piso de la plaza Juliana Morell, en el barrio del Besòs y el Maresme de Barcelona, seis jóvenes preparan la merienda. La mesa del comedor se va surtiendo de pastelitos árabes, cruasanes, café, leche… Todo está a punto cuando suena el timbre y, bien abrigado con gorro y guantes, cruza el marco de la puerta Fadili, el invitado esperado.

El piso es una de las cuatro viviendas compartidas que ofrece el Servei de Transició a l’Auotnomia (STA) del Casal dels Infants, en el que  viven Loukman y Mourad, ambos nacidos en Marruecos, junto con Magalí, que ha salido. Preparando la merienda con ellos hay otros dos marroquíes, Amine y Yassine, que comparten otro de los pisos, ubicado en el Raval. También Arian, que es argentino y vive en el Poblenou. En un cuarto piso del proyecto viven chicas. Por si faltaba gente, esta tarde también ha venido de visita Axel, educador del STA, que aprovechará para saludar a Fadili y ver cómo están los chicos —no intervendrá en la conversación, sin embargo, para dejarles su espacio—.

Nada más sentarse alrededor de la mesa del comedor, Fadili y los cinco jóvenes caen en la cuenta de la primera coincidencia: él vivió en el mismo piso donde ahora está Arian, en la calle Pujades. Recuerda incluso el número de la calle. Ya conviene que haya venido con buena memoria, porque la va a necesitar: está aquí para explicar a los jóvenes su paso por el STA y a darles consejos a partir de su experiencia de éxito —ahora tiene su propio piso, trabajo y familia—. A demostrarles, en definitiva, que es posible salir adelante, pese a los obstáculos, a base de mucha lucha.

Como la de tantos otros jóvenes que han vivido procesos migratorios, la historia de Fadili, que también nació en Marruecos, es larga. El año 2009 es el punto de partida de la conversación: “En aquel momento yo trabajaba aquí en Barcelona, en una empresa del sector de la construcción que de un día para otro cerró”, explica. “De repente me encontré sin vivienda, ni trabajo, ni familia alrededor. Alguien me recomendó que me acercara al Casal dels Infants para ver si me podían dar una mano”.

Fadili: «Trabajaba en una empresa del sector de la construcción que de un día para otro cerró. De repente me encontré sin vivienda, ni trabajo, ni familia alrededor».

En la asociación se vinculó al Programa de Formació i Inserció Social i Laboral, donde encontró herramientas para hacer una buena búsqueda de trabajo. Participó en distintas formaciones que le parecieron útiles para redirigir su vida, pero seguía necesitando un lugar donde vivir. Y tuvo suerte: justo en esa época arrancaba el Servei de Transició a l’Autonomia.

 

En Fadili durant la visita al pis del Servei de Transició a l'Autonomia
Fadili durante la visita al piso del Servei de Transició a l’Auotnomia.

 

 

La acogida

Pero, ¿en qué consiste exactamente el STA? De entrada, los más de 70 jóvenes que participan en el proyecto durante el año llegan al Casal dels Infants por dos vías principales: el boca a boca y la derivación –ya sea por parte de proyectos de la propia asociación o bien de otras entidades o servicios–. En el caso de Loukman, por ejemplo, lo derivó Creu Roja. Una vez entran en contacto con los educadores y educadoras del proyecto, empiezan la fase de acogida personaizada. Mediante tres entrevistas con el equipo, exponen su situación y conocen el funcionamiento del proyecto.

El siguiente paso llega cuando el chico o la chica entra a vivir en uno de les cuatro pisos. Durante la primera semana, cuando ya ha empezado a adaptarse a su nueva situación, definirà su plan de trabajo en el STA con los educadores y las educadoras: “Es fundamental que el objetivo de la estancia en el proyecto lo establezca cada joven, en función de sus necesidades. Este objetivo hará que la vinculación de esta persona con el Casal sea más larga o más corta”, explica Axel, en un aparte de la conversación. “Segurament alguien que llega con 18 años o que aún está regularizando el permiso de residencia necesitará más tiempo para hacer el proceso de transición a la autonomía que alguien que pueda incorporarse más rápidamente al mercado laboral”, añado a modo de ejemplo.

Las personas participantes no tienen que hacerse cargo del alquiler, y reciben 125 euros al mes para su manutención. También se vincularán a una formación que incluirá prácticas en una empresa y, si aprovechan el aprendizaje y se da la oportunidad, acabarán recibiendo una oferta de trabajo. En el caso de Fadili, lo contrataron como mozo de equipaje en el Ramblas Hotel de Barcelona. “Primero me dieron trabajo a media jornada, y unos meses más tarde a tiempo completo”, explica.

La contrapartida que tiene que ofrecer cada joven va más allá de respetar el itinerario acordado con el Casal dels Infants y de cuidar una buena convivencia en el piso. Se trata más bien de un compromiso con su propio futuro. O como les comenta ahora Fadili: “Tenéis que aprovechar esto al máximo. Prepararos, sacad el máximo partido de los recursos que os ofrece el Casal: deporte, idiomas, formación… ¡os serán muy útiles!”. Los demás están de acuerdo. “Sí, así nos lo tomamos”, responde Yassine. “Esto no es como el centro de menores. Allí te tienes que quedar porque no hay alternativa, mientras que estamos aquí porque hemos decidido salir adelante”. 

La referencia a los centros de menores –técnicamente llamados centros residenciales de acción educativa (CRAE)- no es casual. Es una de las experiencias que tienen en común la mayoría de ellos, y no tienen un buen recuerdo al respecto. “Yo viví en uno que hay en Melilla durante casi dos años”, sigue contando Yassine. “Éramos más de 470 chicos, compartíamos las habitaciones entre seis, la comida no era suficiente…”. Fadili comenta que en 2005 vivió en un centro con condiciones muy parecidas en Barcelona. Superada esta etapa, algunos buscaron albergues como solución provisional, o incluso tuvieron que dormir en la calle.

Yassine: «Esto no es como el centro de menores. Allí te tienes que quedar porque no hay alternativa, mientras que estamos aquí porque hemos decidido salir adelante”.

 

L'Arian i en Yassine durant la conversa.
Arian y Yassine durante la conversación.

 

Los papeles

En el momento en que Fadili ha mencionado que encontró trabajo tras un año en el STA, enseguida le caído encima la pregunta del millón: “¿Ya tenías los papeles?”, le ha pedido Yassine. Sí, sí que los tenía. Pero, para muchos de estos jóvenes, regularizar la situación administrativa es un gran dolor de cabeza. No sólo se trata de un proceso largo —­­­­y profundamente injusto—, sino que a menudo depende de la discrecionalidad de quien resuelva la solicitud.

Yassine, por ejemplo, obtuvo un primer permiso de residencia temporal —sin derecho a trabajar— cuando todavía estaba tutelado en un centro de menores. Al cumplir los 18 pudo renovarlo. Pero dos años después, cuando solicitó una nueva renovación de acuerdo con los plazos establecidos, se le denegó, con la justificación de que no había acreditado contar con los medios económicos suficientes para subsistir.

La denegación no se ajustaba a la realidad, porque en esos momentos Yassine ya participaba en el STA y el Casal dels Infants había acreditado que se hacía cargo de él. Concretamente, los gastos que el STA cubre a cada joven superan el Indicador Público de Renda de Efectos Múltiples (IPREM), el nivel de ingresos que la ley establece como medios suficientes necesarios para subsistir para los jóvenes extutelados. Con el apoyo del Servei Sociojurídic Comunitaria del Casal dels Infants, que asesora a personas en situación de vulnerabilidad sobrer sus derechos y deberes en los ámbitos administrativo y legal, Yassine presentó un primer recurso en la Oficina de Extranjería.

Antes de que se resolviera el este recurso, decidió contratar un seguro de salud privado, temiendo que el hecho de no contar con uno fuese el motivo de la denegación. Desde 2012, España excluye a las personas sin permiso de residencia y trabajo del Sistema Nacional de Salud –una medida que ha provocado un aumento del 15% en la mortalidad de las personas en situación administrativa irregular, según un estudio del Instituto de Economía de Barcelona y la Universitat Pompeu Fabra–. Ante solicitudes para renovar el permiso de residencia temporal sin permiso de trabajo hay oficinas de extranjería que exigen contar con una cobertura médica equiparable a la pública —aunque en la práctica un seguro privado nunca tiene las condiciones del sistema público—.

Desde 2012, hay oficinas de extranjería que exigen contar con una seguro de salud privado para renovar el permiso de residencia temporal no lucrativa 

Finalmente, pese a haber contratado un seguro privado de saludo y pese a que en Catalunya la prestación sanitaria universal se blindó por ley en 2017 –recientemente el Tribunal Constitucional suspendió temporalmente dicha ley, a la espera de una sentencia definitiva–, el recurso planteado por Yassine fue denegado. Esto implica que ahora mismo se encuentre sin permiso de residencia temporal y que tenga que recurrir la decisión de la Oficina de Extranjería mediante un recurso contencioso-administrativo, un nuevo proceso que puede tardar un año en resolverse. La otra alternativa para conseguir la residencia temporal es que una empresa le haga una oferta de trabajo de una duración mínima de un año y a jornada completa —esta empresa, además, debe cumplir una serie de requisitos adicionales—.

 

La gestión emocional y la red de apoyo

Parte del proceso que los jóvenes deben realizar con el acompañamiento del equipo educativo del STA consiste precisamente en gestionar la carga emocionar de este tipo de obstáculos y experiencias vividas. “La soledad, la angustia por no poder cumplir con la expectativa de mandar dinero a la familia o la frustración por no conseguir los papeles son algunos de los temas que abordamos”, comenta Axel.

Tampoco es sencillo el hecho de ser joven, tener las inquietudes propias de un joven, querer actuar como un joven, pero tener que anteponer siempre la lucha para salir adelante. Por suerte siempre hay ratos para hablar de lo que a uno le apetece con los compañeros. Ahora, por ejemplo, la conversación ha girado hacia el departe, y parece que cada uno tiene clara su especialidad. A Arian y a Fadili les gusta el ejercicio de gimnasio, pero un prefiere el powerlifting y la calistenia y el otro el crossfit. Loukman sufre una lesión dorsal a raíz de un accidente, pero no le impide participar en triatlones y practicar ciclismo – incluso partició en la Titan Desert, una competición extremadamente exigente que tiene lugar en Marruecos–. Yassine dice que lo suyo es el boxeo, y Fadili aprovecha para bromear: “Muy bien elegido, así podrás defender a tus compañeros de piso”.

 

En Mourad, l'Axel i l'Amine conversant
Mourad, Axel y Amine charlando.

 

Otra figura importante dentro de la red de apoyo que estos jóvenes construyen mientras participan en el STA es la de los referentes. Se trata de personas voluntarias que los acompañan y les ofrecen un nuevo espacio de socialización, con una relación de tú a tú, de ciudadano a ciudadano. “De nuevo, el objetivo de este vínculo lo establecen entre cada chico o chica y su referente. Puede ser una relación de apoyo en los estudios, para conocer mejor el entorno, para practicar el idioma, para hacer deporte…”, explica Axel.

Axel: “La soledad, la angustia por no poder cumplir con la expectativa de mandar dinero a la familia o la frustración por no conseguir los papeles son algunos de los temas que abordamos”

 

Futuro

“Esto te servirá muchísimo”, dice Fadili cuando Amine explica que está estudiando un curso de mecánica y que el año que viene hará un grado medio. La mecánica también fue uno de los primeros campos que probó Yassine, que se ha acabado decantando por la hostelería. Ahora está haciendo un curso de ayudante de camarero del Programa de Formació i Inserció Social i Laboral del Casal dels Infants. Loukman tiene claro que va para infermero –sin abandonar las triatlones–, pero antes está acabando el grado de ESO para adultos. Y mientras Morad está haciendo prácticas en una inmobiliaria, Arian espera que una vez acabe el grado superior en administración y finanzas pueda encontrar un trabajo de contable y conseguir así el permiso de residencia.

Se va haciendo tarde, y satisfecho de ver que los cinco están centrados en su futuro, Fadili les acaba de contar como consiguió vivir independientemente. Con una premisa clara, para evitar caer en el engaño del final feliz: no fue fácil. El hecho es que con un compañero que entonces también participaba en el STA decidieron buscar un piso para compartir. Con el apoyo del Casal en los trámites, consiguieron acceder a una vivienda pública que compartieron durante seis años. Fadili acabó casándose y consiguió construir su familia. Decidieron que él seguiría en el piso y su amigo se buscaría otro. Ahora Fadili vive con su mujer y sus dos hijos, y trabaja en un nuevo hotel como mozo de habitaciones.

Llega el momento de la despedida y de repetir a la inversa el ritual del inicio: Fadili se abriga, da la mano por última vez a los cinco jóvenes y sale por donde ha venido. Por dentro, sin embargo, sus recuerdos harán el camino de vuelta a casa algo revueltos. “Ha sido como si hubiese revivido mi situación des del principio”, reconocerá más tarde. Con el añadido de que el contexto de Loukman, Mourad, Amine, Yassine y Arian le ha parecido más complicado que el suyo, por el hecho de que la mayoría no tienen el permiso de residencia. “Esto es como empezar un escalón todavía más abajo, cuesta el doble o el triple arrancar”, dirá impactado. “Pero cuentan con el apoyo del Casal, y tienen que aprovechar la oportunidad. En 10 años me gustaría que hubieran formado una familia, que tuvieran un trabajo digno y estable, y un piso. Que fueran ciudadanos de pleno derecho, no sólo de palabra. Y la verdad es que somos muchos los que lo hemos conseguido”.

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